Honduras: una tierra prometida donde mana café y miel.



Algo tiene Zelaya y algo tiene el Pueblo Hondureño. Evidentemente, hay Romance entre el Presidente y su Nación. Un Romance, cuyo reencuentro no puede impedir ni la Persecución, ni la Tortura ni el Asesinato ejecutados por la Dictadura Sangrienta de Micheletti y Romeo Vásquez. Hay algo de desprolijo y de rústico en ese Romance sin Sábanas Blancas. Hay un Amor profundo, de pastos, clandestino, salvaje y definitivo entre el Hombre y su Nación. Es que en la Selva, no hay camas blandas para hacer el Amor. A lo sumo, un Árbol inclinado en medio del Bosque Sombrío y la Humedad extrema. Sí, hay Romance en Honduras. Un Amor exquisito, celebrado con Vino Barato, entre un Pueblo Leal y su Único Amigo.

Los Diques de la Muerte, puestos para bloquear ese Encuentro, ubicados concéntricamente para parar el Viento, van fracasando. Es que no pueden abrazar la Selva y la Montaña, menos al Amor. No tiene, el Mal, garras suficientes para tapar la Vida que fluye como el Agua entre los Dedos. Los Hondureños y las Hondureñas, como Duendes, cruzan peligrosamente la Curva sensual de esos Cerros Ásperos, perseguidos por quienes, ya han dejado de ser Soldados y Policías de la Patria, para convertirse en Mercenarios pagados por el Régimen y el Imperio.

La Gente sin más armas que su Cuerpo, cruza la Selva con sus Sueños a cuestas, sin alimentos, sin medicinas, sin agua, desnutridos de Todo, alimentados a Esperanza, cruzan los Hijos de Honduras, bajo la Mira de los matadores. Cruzan su propio Desierto de Sinaí, y sin alimentos, Dios los alimenta con el Maná de su Fe, porque buscan, con todo su Derecho, la recuperación de su Tierra Prometida, una Tierra donde mana Café y Miel. Una Tierra Sin Mal, un Lugar para Todos, porque Todos tienen derecho a ser. Ese es nuestro Destino Original, torcido por la Maldad de algunos Hombres; pero los Hombres y Mujeres de Honduras, buscan las Manos del Paraíso. Y lo van a encontrar.

Cuando en 1865 se desató la Guerra contra el Paraguay, por parte de las Oligarquías de Brasil, Argentina y Uruguay; y emprendieron esa Guerra de Exterminio contra el Pueblo Guaraní, hasta dejarlo sin Piernas y sin Hombres; en los últimos días del Genocidio, el Mariscal López, Presidente Antiimperialista del Paraguay, fue escapando de la venganza del Ejército Brasileño hacia el norte, en dirección al Matogrosso. Harapientos, Hambrientos, Enfermos, Heridos, Mutilados, el último resto de la Dignidad Paraguaya iba recorriendo su Camino Final, sin rendirse. En varias oportunidades, el Presidente fue nombrando distintos parajes sucesivos de su Exilio como "Capital de la República del Paraguay".

Se cuenta que en una de estas estaciones de la Agonía Nacional, López y sus últimos leales debieron acampar en un Paraje Desierto. El Mariscal, con un Uniforme hecho pedazos e izando una Bandera que ya era Trapo, declaró, frente a su Estado Mayor, "Capital de la República Paraguaya" a ese Desierto. Hoy, con un Final que será mas Feliz que aquél, las acciones del Presidente Zelaya parecen revestirse de aquella Remota Gloria Sudamericana; porque donde está el Presidente, ahí está la Capital de la Nación. Puede ser Ocotal, en Nicaragua, o 'Las Manos' o 'El Paraíso' en Honduras, puede ser la Ladera de un Cerro, o un Árbol Frondoso, o el Rancho de un Campesino, puede ser donde sea, mientras se encuentre ahí, el legítimo Presidente del País. Donde esté Zelaya es Honduras. El Poder, esa Rara y caprichosa energía, se está desprendiendo de Tegucigalpa y de Sula, y se dirige como un Viento creciente hacia la Hondura de la Hondura, hacia el Abajo del Mapa. No es casualidad, que la República Recuperada de Honduras se esté construyendo con las Manos del Pueblo y en el Paraíso de la Gente.

Todo este Esfuerzo, todo este Sacrificio que está realizando la Nación no es en Vano, y está templando el Corazón de Honduras. La Dictadura es un Barco sin rumbo y hace agua por los cuatro costados de sus Visas norteamericanas recortadas. La formación cristiana personal, me trae a la memoria esa Historia Bíblica de Jericó; cuando la orgullosa Ciudad confió en sus Grandes Muros de Piedra. El Pueblo de Dios, la rodeó por 7 días, tocando sus trompetas y al final, el Muro de la Ciudad se rajó. Hubo una Batalla y Jericó con todas sus armas y con todo su ejército fue derrotado estrepitosamente. Así será con esta Dictadura, que comenzó con apariencia formidable, y que a más de un mes de su existencia no lograr hacer pie en el Suelo Patrio, a pesar de su formidable Máquina de Muerte. El Pueblo de Honduras, sin armas, muñido únicamente de las Trompetas de su Corazón, derrumbará las Murallas del Mal, y el Pueblo de Dios recuperará su Tierra Prometida, un País donde mana Café y Miel.

Flavio Dalostto



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