Bienvenidos al circo G20



¡Señoras y señores, bienvenidos al circo! Desfilan tragafuegos experimentados dotados con el don de la palabra fácil, veloces lenguas sobre renglones estudiados, discursos relamidos. Equilibristas de la hipocresía, prestidigitadores de la riqueza, magos del disfraz y hasta payasos, aunque disfrazados de leones. Un circo lleno de ilusiones, cámaras y medios, gestos ensayados y banquetes oficiales.¿Hay aplausos?

El domador de las fieras, el todopoderoso Obama habló: ¡Dejad que los líderes se acerquen a mí! Y se hizo la reunión. Alzó la mano y todos fueron a besar el anillo.

Una vez más y no será la última, se reúnen los jefes, los dueños, los grandes… los autoproclamados países más ricos del mundo, aunque en México o la India existan personas muriéndose de hambre. Ni ellos mismos saben como llamarse, y mientras Zarkozy usa alzas para no parecer tan bajito en un claro complejo de inferioridad, Zapatero vuela entre las nubes de la grandilocuencia. Todos quieren salir en la foto, hasta la hija de Zapatero, aunque luego la borren por orden presidencial. Todos quieren ser protagonistas, estar lo más alto, tan alto que se quedan lejos de la realidad… tal lejos de la verdad… tan lejos…

Podrían llamarse eGo 20, los 20 ombligos del mundo… No dejan de ser los títeres de lujo en un teatro digital.

El espectáculo esta servido. Grandes palabras, de gigantescas proposiciones, utopías resonantes, reflejo de espejos, brillos y destellos… pero no es oro todo lo que reluce. La sombra de la realidad se filtra entre las alfombras. Viaja en sus herméticas conciencias. Llegan los hedores de la fatalidad, de su crisis… y aunque miren hacia otro lado, aunque el hambre o la pobreza no salgan en la foto, están ahí, como un fantasma innombrable.

Esta vez se ha decidido que el G 8 sea definitivamente devorado por el G 20. Es decir, cada vez hay más países “más ricos”, sin embargo, las estadísticas contabilizan cada vez más pobres. Nunca salen las cuentas.

¿Dónde están esos vaticinios que auguraban el fin del capitalismo? Ahí está, vivito y coleando, coleando como nunca. Ni muerto, ni enfermo. ¿Qué fue de la crisis? Esta dichosa crisis de la que tanto se habla y tan poco se dice. La crisis solo parece ser cosa de pobres, una exageración, un mal que ya pasó, un susto… histeria colectiva, pero por si acaso siguen tomando medidas y bailando alrededor de esta hoguera. ¿Por qué?

Demasiado orden mundial. Demasiada palabrería. Demasiadas propuestas. Huele a moral corrupta, a dignidad pasada de fecha. Ya nadie se cree tanto compromiso, compromisos a los que han faltado tantas veces, tantas… ¿Alguna vez se han realizado? Y el mundo parece seguir las directrices de estos 20 merolicos agraciados que ven todo desde arriba, como dioses del Olimpo que nunca fueron mortales. ¿Lo fueron?

Mientras se soban el lomo unos a otros, Honduras se acerca al conflicto armado. Pero Honduras no es del club de los 20, así que tanto él como sus problemas pueden quedarse fuera, entre los mendigos del Banco Mundial. Hay cosas más interesantes que nombrar en los discursos. ¡Esos maravillosos discursos! ¡Que nadie los interrumpa! ¡Que nadie los ensucie!
Y así, en una oportunidad sin precedentes para denunciar, de hablar por millones de mexicanos ante el mundo, el presidente de México solo pide que se acaben las bombas nucleares. ¡Qué bonito! Como si no pasara nada grave en su país. Y Zapatero habla del cambio climático ¡Que gran ecologista! ¡Qué comprometido! Como si no pasara nada en España, que va derechita a los 5 millones de parados.

La democracia agoniza lentamente, como los humanos, hervidos en su contaminación. Los medios de comunicación se llenan con palabras tan enormes… de tan grandes hombres… que no hay espacio para los gritos de dolor, de muerte, de hambre, de sed… ¡Que asuntos tan aburridos! La realidad es superada por la fantasía; tiene más presupuesto.

Obama debe sentirse el rey del mundo, esta vez sí. Y los demás no quieren quedarse muy atrás, son dueños de un cachito. Vice-dueños del mundo. Se reparten el pastel, se lo comen, café copa y puros habanos en la sobremesa. Los G-6.000 millones contemplamos, escuchamos atónitos, callados, inmóviles… No podemos intervenir.

Los G 20 están tan lejos de la realidad, se aíslan tanto de las críticas que por lo mismo, no se dan ni cuenta de que nadie les escucha, nadie les cree, nadie les tiene ni la más mínima fe. Esta vez el circo ya no entretiene, ni distrae de la crisis. Los números son repetidos, blandos, vacíos. Los payasos ya no hacen reír. Las fieras ya no asustan: que si Irán anda enriqueciendo uranio bajo una montaña… ¡Uy qué miedo! ¿Y? ¡Que van a conseguir un consenso en cuestión nuclear! ¡Buf, menos mal, que peso me quitan de encima! ¿Y?

Ninguno se baja el salario. Ninguno se atreve a ir en metro. Ninguno dice la verdad sobre las cuestiones económicas. Ninguno se quita la corbata, ni camina por la calle o sale a tomar un simple café a la esquina. Ninguno deja atrás los guardaespaldas. Síntomas de que nuestros gobernantes no están aquí, no pisan el mundo, no son de este planeta. Son títeres, de plástico fino y trapo. Son una barrera, maquillaje, la voz de la mentira. Son el G 20.



Pablo Jato

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