Zelaya en Honduras, la fuerza de 90 días de lucha.


Jorge Legañoa Alonso


Amanece en Tegucigalpa. Es lunes 28 de septiembre de 2009. Pareciera el alba apacible que se observa a diario desde el cerro El Picacho; pero abajo, en la cuenca del Choluteca, la ciudad de algo más de un millón de habitantes comienza a hervir, se ven piquetes en las esquinas, van organizándose para continuar la lucha contra los golpistas. Ya van tres meses de pelea y aseguran que no pararán hasta que Zelaya vuelva al poder.

Los blindados carros lanza-agua no han podido limpiar la sangre que ha teñido las calles en más de 90 días de batalla contra los “goriletis”. La sangre de los que han caído se resiste a ser olvidada, por eso todos vuelven cada día, adoloridos por los palos de la jornada anterior, con los moretones y los pelos arrancados por los soldados de la dictadura, a reclamar lo que les ha sido removido: su presidente Manuel Zelaya y el estado de derecho. Todos quieren convocar a una asamblea nacional constituyente y poder realizar verdaderas elecciones libres.

Ayer el Frente Nacional contra el golpe de Estado de Honduras acordó mantener la lucha por la restitución del orden constitucional y del presidente, Manuel Zelaya, hasta derrotar al gobierno de facto.

El bravo Barahona, con ese dejo campechano característico convocó a los miembros de la resistencia a concentrarse ante la Universidad Pedagógica Nacional, desde donde marcharán. Ahora los vemos frente a la Universidad, allí están todos con o sin toque de queda, así lo hizo saber la ovación de la resistencia. ¡Adelante, adelante, que la lucha es constante!, se les oye corear.

Tres meses se cumplen hoy. ¿Quién lo diría? Los pueblos de América no se dejan doblegar ya nunca más. ¡Han aprendido la lección! La lucha es pacífica pero se hace sentir. Las cosas para los golpistas no han sido nada fáciles y se les siguen poniendo feas. Hasta los amos le han tirado la toalla, pero Micheletti sigue ahí obstinado. Don dinero puede más que la razón.

En la embajada de Brasil, el presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, no se rinde. En tres meses ha hecho de todo por restablecer la democracia en su país. En declaraciones a Telesur se le escucha sereno, pide a sus seguidores que marchen hacia la capital: “¡Es hora de la ofensiva final!”, ha declarado.

La muerte de una estudiante de Derecho de 24 años por los efectos de los gases lacrimógenos que lanzó la policía hace más difícil una salida sin violencia. El gobierno golpista continúa dando patadas de muerto, ahora dio un ultimátum de diez días a Brasil para que defina el estatus de Zelaya, acción que el Gobierno de Lula ha rechazado.

Los hechos ocurren a la velocidad de la luz. Las acciones se suceden unas tras otras. La crisis de la democracia hondureña se agrava en la medida que pasan las horas. Ya son semanas, meses de resistencia. El gobierno de los Estados Unidos dice, pero no hace en la concreta nada verdaderamente coercitivo para expulsar a los golpistas del poder. ¿Cuántas muertes necesita Obama en Honduras? A nivel internacional el rechazo al golpe militar continúa siendo abrumador.

Esta historia tiene matices similares al golpe de Pinochet en Chile: las imágenes de detenidos en un estadio ahora en Honduras nos recuerdan las del Estadio Nacional en Santiago de Chile. Las mujeres masacras, apaleadas como moscas son similares… qué más esperar: ¡Hay que seguir el combate! En Internet la Convocatoria a la Iniciativa ¡Honduras somos todos!: solidaridad mundial con el Frente Nacional de Resistencia, comienza a sumar amigos de todo el mundo respaldando a ese bravo pueblo.

Zelaya continúa, tras su bigote tupido, dando ánimo, arengando a su pueblo, sonriendo cada vez que la esperanza del retorno de la democracia se asoma en el horizonte. Van tres meses y sigue la pelea. No se puede dejar de pelear. Ahora se le escucha hablar con Radio Globo, habla con firmeza:

¿Qué opina del ultimátum de Micheletti a Brasil?

No contribuye a la paz ni a la concordia. Estas amenazas e intimidaciones significan más bien un llamamiento a la violencia, que no deseamos y que nos pone en evidencia ante el mundo. No ayudan a buscar un acuerdo ni a fomentar el diálogo, sino a distanciarse de los demás países. Queremos que la restitución de la democracia se haga por vía pacífica.

¿Qué debe hacer el embajador de España, Ignacio Rupérez, que va camino de Tegucigalpa?

Tiene que apoyar al Gobierno legítimo, como lo está haciendo el embajador Hugo Llorens (de Estados Unidos), como lo está haciendo Brasil. Los embajadores no vienen a respaldar al señor Micheletti, vienen a respaldar el Gobierno democrático que fue depuesto por el golpe de Estado, los diplomáticos vienen a promover el diálogo.

¿Continúa negociando con el Gobierno de Micheletti pese a que denuncia que lo hostigan con gases tóxicos en la embajada?

Estoy luchando por un ideal, y por ese ideal estamos arriesgándolo todo. Me encuentro mal de salud. Hace dos días parecía que no tenía músculos. Los riesgos que he tomado son necesarios para dejar bien establecido que en Honduras no se acepta la violencia, no se aceptan los golpes de Estado. Estamos dispuestos a cualquier sacrificio con el fin de mantener la democracia en Honduras.

¿Hasta cuándo podrá aguantar en la embajada brasileña, donde la situación es cada vez más incómoda, con cerca de cien personas hacinadas sin camas, sin duchas y con comida precaria?

Mi sacrificio no es nada comparado con lo que sufre la población. Estamos dispuestos a resistir, sin importar los riesgos que tengamos que asumir. Estamos en peligro, pero no pienso moverme. A nuestros llamamientos al diálogo responden con más represión. El Consejo de Seguridad ha pedido que se retiren los soldados que rodean la embajada. Este Gobierno cada vez está más aislado, pero como no ha salido de la cueva no sabe el impacto que tiene en el mundo que el Consejo de Seguridad adopte una resolución en su contra.

Así transcurre el día en Honduras, pleno campo de batalla por la democracia. Nadie se resiste la convocatoria es de Patria o Muerte. El pueblo lo ha demostrado en la fuerza de 90 días de lucha.

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